sábado, 4 de marzo de 2017

1. (El tatuaje)

Me desnudo y tiro mi ropa a un rincón del cuarto de baño, dispuesta a darme una buena ducha. Pero un escozor me trae memorias de ese momento.

Vienen a mi mente recuerdos de ayer, cuando varias agujas manejadas por una mano diestra hirieron mis muslos para crear patrones con tinta negra. Es un dolor con un  punto placentero y según los antiguos es una experiencia mística.

Hay momentos dulces, pero cuando las líneas se juntan el nivel de dolor sube, aunque en mi caso no demasiado debido a la carne que amortigua.

Mi mente vuelve al hoy, a la yo desnuda en el baño de mi casa. Ya tengo el agua a mi gusto y el gel preparado. Me meto en la ducha y surge un problema: Aquella mano diestra envolvió mis muslos, ahora levemente ensangrentados, en papel film y los aseguró a mi cuerpo con esparadrapo.

A ver cómo salgo de ésta sin despertar al resto de la casa. Quizá no todas las experiencias religiosas sean tan gratificantes como lo venden las religiones.

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